Lo que empezó como un juego o una broma amistosa entre Luis Carlos y yo allá por mayo de 2015, tras nadar los 10 kms. de El Soplao (deberíamos hacer el cruce del Estrecho, uf, eso es mucho, no sé yo...) se convirtió en un reto para el que tardamos tres años en conseguir plaza. Pero una vez confirmada la fecha nos pusimos las pilas y nos dedicamos a entrenar duramente, haciendo interminables largos e incontables kilómetros en la piscina, y en el azud de Villagonzalo en cuanto el tiempo lo permitió. Nuestros compañeros ya se reían un poco cuando al acabar el entrenamiento del club yo seguía con “y ahora, una escalera” para hacer los kilómetros de fondo que necesitaba.
Nos fuimos a Tarifa del 22 al 31 de julio, para esperar el momento óptimo para cruzar, que básicamente depende de que sople viento de poniente. La espera me mata, me pongo nervioso, empiezo a desconfiar de mis capacidades, sobre todo tras algún entrenamiento en la playa de los Lances con viento y corriente en contra: me parece que no podré soportar una travesía si las condiciones son así de duras. Luis, en cambio, no tiene la menor duda de que la superaremos sin problemas.
Por fin nos confirman que el 27 será el gran día. Llevo dos noches durmiendo fatal, pero al menos estoy descansado. Recibimos muchos mensajes de ánimo la noche anterior, que sin duda contribuyen a calmar un poco mis temores. También me autoconvenzo de que estoy preparado, y que en último extremo la zodiac irá a nuestro lado...
Nos levantamos con tiempo para desayunar bien, cogemos la mochila con el equipo preparado (neopreno, bebida, alimentación), nos untamos de protección solar y nos acercamos al pantalán 2, donde nos esperan los de la organización. Tras los saludos y presentaciones nos preparamos, recibimos las últimas explicaciones (no tocar el barco, paradas de máximo 1 minuto y cuantas menos mejor), subimos al barco y este nos acerca a la punta exterior de la isla de las Palomas, punto más exterior y meridional de Tarifa (y de la Península). Al grito de ¡banzai! salto al agua (bastante fresquita), nos acercamos nadando a la roca, la tocamos, Fernando pita y así, a las 9.41 de la mañana empezamos la travesía. La primera hora hay que nadar sin parar para vencer la resaca, y lo cierto es que con corriente en contra hacemos 3,6 kms en esa hora. Al comprobar que el ritmo es bueno me tranquilizo; nos avituallamos (¡prohibido tocar la barca! si queremos que nos acrediten la travesía) y seguimos nadando sin parar. El día es estupendo, se han alineado los astros y todo fluye; está nublado casi hasta los dos últimos quilómetros (lo que evita quemaduras), la corriente nos empuja en toda la zona central de la travesía, el agua está más caliente lejos de las costas, las fuerzas responden adecuadamente. En estos momentos disfruto de la natación, deslizo, agarro agua, empujo, recobro, todo es fluido, limpio, eficaz, concentrado, relajante.
Aproximadamente al pasar la divisoria de las aguas territoriales empiezo a tener sed, y a notar el cansancio; Luis va como una rosa. Para combatir ambos males me pongo a pensar en cosas positivas, repaso mi vida un poco por encima intentando recordar y revivir los mejores momentos (la infancia, la juventud, el amor, los hijos, las amistades, las lecturas, los descubrimientos vitales...) y, cuando ya el cansancio de brazos empieza a resultar duro, me autoconvenzo de que “los brazos no son del cuerpo”, así que al no ser míos, si duelen, que duelan, otro se quejará... ¡Y funciona!
Última parada superbreve para beber un poco (para animarme, me imagino bebiendo una cerveza muy, muy fría), y con la costa a la vista (y un poco de corriente en contra) apelo a mi oculta energía para encarar ese último tramo. Poco a poco nos vamos acercando, vemos las rocas de Punta Cires y ¡por fin! tocamos las rocas, Fernando pita, y se acaba felizmente la travesía, con un tiempo oficial total de 3 horas 54 minutos para 15,3 kms. Luis y yo nos damos la mano, contentos, y volvemos a nado al Columba, que nos traerá de vuelta a Tarifa (Luis hace un tramo a mariposa, este chico es un portento físico). ¡Misión cumplida!
Recomiendan los creadores que "la inspiración te pille trabajando", y para mi juzgo que la suerte que tuvimos con el clima nos pilló tras un intenso y prolongado trabajo previo, y por eso pudimos aprovecharla. Hubo momentos de intenso disfrute nadando, hubo momentos que me resultaron duros, pero con la ilusión, el esfuerzo, la preparación y la mente fría todo se superó, afortunadamente. ¡Y espero seguir disfrutando del agua!